La carretera infinita, a la que nos acogemos sin demasiada
esperanza de arribar a parte alguna, las obsesiones y
los dolores de quién la recorre como a una profunda herida,
parecen constituir el centro vital de estos poemas, en
los que una serie de temas recurrentes, tormentosos —la
noche, el exilio, la patria odiada y amada, las presencias
furtivas, la otredad y su contrincante, el evanescente yo—
horadan sin cesar nuestra imaginación y ponen a prueba la
capacidad humana para asimilar, alternativamente, el dolor
y la sorpresa.
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