Somos testigos de su erotismo “atigrado”, propio de mujeres “dueñas de lo invisible” y de osadas “trapecistas sin redes” este amor de “ola victoriosa”, cuyas “ansias saltan como peces”, no está exento de melancolía, sin embargo: cuando la protagonista poética advierte que “hay muchas lunas rotas en la orilla”, anticipa su visión agridulce de una isla –la nuestra –que bautiza, muy en la línea hernandiana, como “perita en naufragios”.
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