La íntima vocación de esta palabra es la ofrenda. Su designio: la epifanía. Su imagen fundante es el ojo de agua que mana desde lo invisible. Porque para Gustavo Tatis es posible reiniciar cualquier tarde “la conversación con Dios suspendida desde el paraíso”, auscultar en la nervadura de la hoja “la raíz secreta que le acercará más al cielo”
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