Una complicidad de las que amainan el aguacero, sofocan el ardor crepitante del verano, apagan las lenguas de la angustia y donan música a los embates del mutismo y de las muchas huellas y resgistros dejados por nuestra nadería, y “La caída interior”, este último artilugio, solamente ahonda y reafirma su fidelidad obsecada.
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