Los cuentos de Clara Llano son un viaje. Un viaje en el sentido figurado de la literatura y, a su vez, en el sentido real. Viaja una escritora que también es antropóloga: dos miradas en una. Como Los viajes extraordinarios de Julio Verne. Solo que los viajes de Verne son imaginarios. Los personajes de Verne buscan al padre en Viaje al centro de la Tierra. En Veinte mil leguas de viaje submarino buscan la libertad, el conocimiento y la venganza. En el Viaje a la Luna buscan lo desconocido, ir a donde nadie ha ido. El viaje de Clara Llano busca narrar, en el libro que celebramos hoy, las formas del amor en regiones diferentes del país.
Pero, por encima de todo, los cuentos de Clara Llano están hermosamente escritos, con precisión y poesía. Hay música en su escritura, música de la alegría y la tristeza del amor. Su lenguaje sintoniza con la musicalidad de las lenguas africanas y con los acentos del Valle y del Altiplano Andino. De manera que el lector no solamente observa la transformación de la naturaleza, sino también del habla. Si me preguntan cuál música del mundo podría acompañar la lectura de los cuentos de Clara Llano diría que Las cuatro estaciones de Vivaldi. Sí, eso diría.
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