En este poemario: Los estragos de la brisa en el otoño, de Julio Sierra Domínguez, nos entrega en su Carta al lector, una bella premisa: La vida florece en el patio de la casa. Y más aún, si consideramos que esa es la casa natal del autor, la casa de la intimidad. Esa casa de palma y bareque que él cita en su poema: Maestra, y que hace palidecer cualquier palacio. Es la casa que permanece en la memoria y que nunca más habitará. Y, que como diría Gastón Bachelard: Esa casa en la que se condensa el misterio de la felicidad. Esta afirmación es tan cierta en este poema, puesto que la misteriosa casa queda a solo dos cuadras del lugar donde vivió su primera maestra, la que inventaba el fuego del amanecer. El poema finaliza: Agotado el último registro / del pentagrama / la maestra / Zunilda Caldera /se volvió recuerdo.
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